15.11.09

Pequeña Princesa


Por fin yo había encontrado el amor, en un ser oscuro y despiadado, me quería, le daría lo q
ue él más había deseado, un heredero, un hijo digno que algún día tomaría el legado de sus ancestros.
Llegó el día del alumbramiento, el llorar de mi pequeño llenó mi alma de gozo, de dicha, cuando lo tuve en mis brazos, supe que su vida no sería la que había deseado… una pequeña no sería aceptada por mi amado; trate de ocultarla pero él la descubrió, la arrebato de mis brazos, y descargo su ira contra mi.

Una hermosa niña de seis años corría por el jardín, su cabello dorado brillante ondeaba co
n el viento, sus ojos verdes, resplandecían con infinita alegría, se dirigió hacia un hombre corpulento, rodeó con sus pequeños brazos, en un gesto cariñoso, las piernas del extraño ser. Él, la separó con rudeza, siguió su camino; la niña, que antes brincaba con alegría para recibir a su padre, ahora se encontraba desecha por el acto cometido en su contra.
Después de unos momentos, cuando las pequeñas lágrimas rodaron por sus mejillas sonrojadas, se tragó el llanto y entró a su casa.


Dánae se detuvo en al escuchar su nombre en la boca de la persona que la protegía cuando su pa
dre la castigaba por no comportarse como la sociedad demandaba de la hija de un gran político. Volteó, se encontró con una escena que aparecería continuamente en sus pesadillas.

–¿Qué te sucedió?– pr
eguntó, aguantando las ganas de llorar nuevamente, pues su madre se encontraba con la ropa hecha trizas, sangrando de la comisura de los labios, con la cara magullada e incontables lágrimas saliendo de sus ojos.

–Mi amor, sabes que daría la vida por ti, pero no soporto más, lo siento– diciendo esto, la mujer, que apenas se podía sostener por si misma, se dirigió a la habitación del fondo, desapareció para siempre de su vista.

La pequeña dirigió nuevamente sus pasos a su querida alcoba, único lugar donde podía escapar de la realidad, una vez dentro, se acurrucó entre las s
ábanas de su lecho y se quedó dormida, esperando al día siguiente un mañana distinto.

Habían pasado cerca de diez años desde que se despidió de ella, si hubiera sabido en ese instante que su madre la abandonaría, hubiera hui
do con ella, pero en cambio se quedó con su padre.

Soportó las criticas de su padre, pues él quería que encontrara un marido de buena posición, sin embargo no dejaba de molestarle ese trato.
Viendo que su padre no despertaría por un buen rato, decidió salir a una plaza cerca de su casa, si se le puede llamara así, en realidad era una gran mansión.

–¡Dánae, Dánae espera! ¡Por favor!– escuchó la voz de un joven un poco mayor, con los cabellos azabaches y los ojos de un impresionante gris que la miraban con infinita ternura.

–¿Qué paso Yagai?– res
pondió con una sonrisa traicionera en su lindo rostro, sin darle tiempo de reaccionar se lanzó a sus brazos, se fundieron en un sencillo beso llenó de sentimientos que sólo él podría corresponder.

–¡Vaya! s
i me extrañaste Dánae– le dijo con el corazón latiendo a una velocidad impensable, con una sonrisa en su cara y las mejillas sonrojadas por el atrevimiento de su pequeña princesa.

–Lo, lo siento– ella bajo su mira avergonzada por lo sucedido. Antes de seguir disculpándose, él le rozó la cara con una delicada caricia, digna de un pétalo de rosa, le levantó el mentón y la volvió a besar antes de ser interrumpidos por una risa que denotaba picardía.

–Akari, no deberías espiarnos– Yagai le llamó la atención a una pequeña niña de cabellos oscuros, sus infantiles ojos grises demostraban sentimientos de alegría y de felicidad –A todo esto ¿Qué haces aquí?– le preguntó su hermano.

–Nuestra madre me mandó a buscarte, pero no hubiera venido de haber sabido que estarías con tu novia– le respondió de manera indiferente, aunque se veía en sus ojos lo divertido de la situación.

–¿Vienes conmigo Dánae? A mi madre le dará gusto verte, hace mucho que no vas a la casa– Yagai se volteó para recibir una respuesta, pero se paralizó al observar a la persona que se acercaba hacia ellos con una mirada seca y un pequeño revolver en su mano. –¡Dánae, Akari, corran y no volteen escuchen lo que escuchen!–


-¿Qué tienes?– Dánae le preguntó asustada al ver la expresión de su novio, agarró la mano de la pequeña, dirigió su mirada hacia la persona que se acercaba, apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando su padre le apuntó a Yagai, ella se interpuso entre él y su padre, aventó bruscamente a la niña para ponerla a salvo de lo que se veía venir, en tanto se escuchó el sonido de un disparo.


–¡Te amo!– la doncella alcanzó a susurrar al oído del joven, mientras salían de sus preciosos ojos verdes unas lágrimas tristes, se desvaneció, lo último que vieron sus ojos fue a Yagai sosteniendo en la mano derecha un revolver, justo a la altura donde la bala le había destrozado el corazón.

Él no tuvo la culpa de lo ocurrido, sólo quería protegerme, defenderse de mi padre, pero los nervios lo traicionaron y acabó con mi vida.


Me voy con alegría, sé que él me amaba.

2 comentarios:

Adrian dijo...

ooo...
mei usa un amplio y sofisticado vocabulario..
ajaja
esta buena meii...
xD

*Meii Vázquez* dijo...

jajaja... yo siempre! muchas graias. que bueno que te gusto!

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